Reseña de la revista Rugidos Disidentes

Millones de cuerpos vivientes transitan por las calles –muchas veces– sin inmutarse por la realidad que se construye a su paso; millones de cuerpos impávidos –muchas veces– ante el dolor que se riega a su alrededor. Cada uno de estos, visto desde la filosofía o la religión, está compuesto por una sustancia etérea que permite pensar que más allá del mundo material hay un extenso universo que logra escapar a la definición científica y que desde la mitología ha adquirido diversos significados: el alma, misma que se refleja, según la sabiduría popular, a través de los ojos.

Más allá de las definiciones tácitas y por más que la ciencia pretenda definirlos desde la razón, cuerpo, alma y ojos, son atravesados por un concepto mucho más grande: la existencia, y permanecen conectados por una definición superior: la vida. Los tres, por su parte, han dado origen a las expresiones más bellas del arte.

Alma y cuerpo, para el dramaturgo alemán Friedrich Hebbell, por ejemplo, se unen a través de los ojos, esos órganos sensibles a la luz que permiten que la mente recree ese mundo exterior.

En Medellín, en 2011, la dilatación provocada por la contracción del iris ante la oscuridad, el alcohol, el sexo o las drogas, sirvió de fuente de inspiración para la formación de un concepto musical concebido como un cuerpo viviente, cuya alma, precisamente, termina siendo el encuentro de diferentes ritmos: Midriasis.

La agrupación fue concebida como un ser viviente en toda la extensión de su definición. La batería, por ejemplo, con sus pulsaciones, es la encargada de transmitir el ritmo a cada uno de los instrumentos, es el corazón que hace posible que todas las otras partes adquieran movimiento propio; la guitarra eléctrica, a su vez, es ese pulmón que permite que la melodía sea proyectada; mientras que la voz, dirige el funcionamiento de ese organismo llamado Midriasis, es el cerebro, el órgano central sobre el que recae toda actividad.

Ver pero no tocar, tocar pero no sentir dolor de una psicología que deja mi vida fría y con sed de ti

Juan David Uribe